Antes de dormir, en la oscuridad, me imagino el aspecto de los
personajes de la historia. Me imagino a la joven que el rey encuentra en el
bosque como una doncella blanca y esbelta, de cabellos de oro y ojos tan dulces
que enternecen el corazón del rey hasta el punto de que la toma por esposa. Me
imagino a la malvada madre del rey como una bruja de nariz corva y ojos de
águila, duros y crueles, pues muy cruel debe ser una abuela que hechiza a sus
seis nietos transformándolos en cisnes. Y a la hermanita, quien devuelve su
figura humana a cinco de aquellos seis niños hechizados mientras su padre
estaba en la guerra, la imagino como una muchacha morena con la mirada
centelleante de las hadas. Y sobre todo veo al caballero que en su barca,
guiada por su hermano cisne, va por el mundo en defensa de los desvalidos e
inocentes... Sí, le veo como un hombre alto, de cabellos rubios, hermoso como
un ángel, su cabeza protegida por un yelmo de oro y su pecho por una coraza de
plata resplandeciente. Y yo, que he pasado toda mi vida en esta abadía en
ruinas, que apenas he visto a otra persona que al hermano Martín, que no
conozco nada del mundo, que jamás he empuñado una espada; yo, en la soledad de
la noche junto a las llamas mortecinas, sueño con ser un caballero justiciero e
invencible como él.
Según cuenta la canción que el hermano escuchó de un juglar cierta
vez que fue a visitar la nueva abadía antes de que yo llegara aquí sobre las
aguas del río, aquel caballero también llegó por el río en su barquilla
arrastrada por su hermano cisne hasta Nimeya, donde la duquesa de Bouillon
había acudido al emperador en demanda de justicia contra un traidor que le
había arrebatado sus tierras. Y el Caballero del Cisne fue el paladín de la
duquesa y venció al usurpador y le devolvió su feudo. Y la noche de su boda el
caballero hizo prometer a la doncella que jamás le preguntaría su nombre ni su
historia. Y así vivieron felices durante ocho años, y tuvieron una hija que
sería la madre del señor Godofredo, el conquistador de Jerusalén. Pero al cabo
de los ocho años el Enemigo tentó a la mujer lo mismo que había hecho con
nuestra madre Eva, infundiendo en su pecho una invencible curiosidad. Y la
duquesa, rompiendo su promesa, preguntó al caballero su nombre, linaje e
historia. Y el caballero, muy triste, dijo a la duquesa que había roto su
promesa, y que tenía que irse y nunca más le volverían a ver. Y entonces
apareció el cisne arrastrando su barquilla, y lanzó un gran grito, y entonces
el caballero abandonó el castillo y subiendo en aquella barquilla que
arrastraba su hermano el cisne, se alejo por el río perdiéndose para siempre.
Antonio
Martínez Menchén, La Espada y la Rosa
Basándose en en esta leyenda
medieval, el compositor alemán Richard Wagner compusó la ópera Lohengrin, de la
que os ofrecemos a continuación su overtura:
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