domingo, 24 de agosto de 2014

LA TRAMPA DE LOS LIBROS

-No sé,...-dijo- ¿Qué, importancia tienen la lectura y las letras? Los libros son sólo historias sobre cosas. ¿Por qué, tendría que leer libros?

-Los libros... -explicó Morgenes con gesto imponente-, los libros son magia. Esa es la respuesta. Y los libros también son trampas.

-¿Magia? ¿Trampas?

-Los libros son una forma de magia- el doctor cogió el volumen que acababa de dejar en el estante- porque atraviesan el tiempo y la distancia de forma más segura que cualquier encantamiento o maldición. ¿Qué hizo que alguien pensase así sobre esto y lo otro hace doscientos años? ¿Puedes volar hacia el pasado a través de las eras y preguntárselo? No, seguramente que no... Pero, ah, si escribió sus pensamientos, si en alguna parte existe un rollo de pergamino o un libro de sus discursos... ­esa persona te habla a través de los siglos! Y si deseas visitar Nascadu o la perdida Khandia, no tienes más que abrir un libro...

-Sí, creo que eso lo entiendo-dijo Simon, que no trataba de ocultar su desagrado. Aquello no era lo que él entendía por magia-.¿Y las trampas? ¿Por qué trampas?

Morgenes se inclinó hacia adelante y agitó el volumen forrado de cuero bajo la nariz del muchacho.

-Un escrito ES una trampa- explicó de forma jovial-, y del peor tipo. Mira, un libro es la única clase de trampa que mantiene a su cautivo, que es el conocimiento, vivo para siempre. Cuantos más libros tienes- dijo el doctor mientras con sus manos abarcaba la estancia-, más trampas, y por ello más oportunidades de capturar alguna presa elusiva y brillante que de otra forma moriría sin ser vista.

 
Tad Williams, El Trono de Huesos de Dragón (Añoranzas y Pesares, vol. I)




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