-No sé,...-dijo- ¿Qué, importancia tienen la lectura
y las letras? Los libros son sólo historias sobre cosas. ¿Por qué, tendría que
leer libros?
-Los libros... -explicó Morgenes con gesto imponente-, los libros son
magia. Esa es la respuesta. Y los libros también son trampas.
-¿Magia? ¿Trampas?
-Los libros son una forma de magia- el doctor
cogió el volumen que acababa de dejar en el estante- porque atraviesan el
tiempo y la distancia de forma más segura que cualquier encantamiento o
maldición. ¿Qué hizo que alguien pensase así sobre esto y lo otro hace
doscientos años? ¿Puedes volar hacia el pasado a través de las eras y
preguntárselo? No, seguramente que no... Pero, ah, si escribió sus
pensamientos, si en alguna parte existe un rollo de pergamino o un libro de sus
discursos... esa persona te habla a través de los siglos! Y si deseas visitar
Nascadu o la perdida Khandia, no tienes más que abrir un libro...
-Sí, creo que eso lo entiendo-dijo Simon, que
no trataba de ocultar su desagrado. Aquello no era lo que él entendía por magia-.¿Y
las trampas? ¿Por qué trampas?
Morgenes se inclinó hacia adelante y agitó el
volumen forrado de cuero bajo la nariz del muchacho.
-Un escrito ES una trampa- explicó de forma
jovial-, y del peor tipo. Mira, un libro es la única clase de trampa que
mantiene a su cautivo, que es el conocimiento, vivo para siempre. Cuantos más
libros tienes- dijo el doctor mientras con sus manos abarcaba la estancia-, más
trampas, y por ello más oportunidades de capturar alguna presa elusiva y
brillante que de otra forma moriría sin ser vista.
Tad Williams, El Trono de Huesos de Dragón
(Añoranzas y Pesares, vol. I)
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