La última cosa
que vieron mis ojos de guerrero fue el brazo que se abatía y la hoja de la
espada brillante que me cortó la cabeza. Un recuerdo brevísimo y definitivo.
Desde aquel momento empezo para mí el tiempo de ser ave, y desde aquel momento
me llamo Dan Branos, que quiere decir Dos Cuervos.
Dejad que os cuente antes quién
soy y de dónde vengo, después oiréis mi relato de cuando cabalgue con los
dioses. Oídme con los ojos del corazón ahora que ya se ha hecho de noche,
escuchadme bien los que estáis leyendo distraídos, la vieja memoria va a hablar
por mi con palabras silenciosas. A través de mí conoceréis una historia llena
de sangre, de terribles desgracias y magia. La contaré entera, las cosas que no
vieron mis ojos por no estar yo allí las vieron después los ojos de mi
imaginación, que ven con más claridad.
Ay, torpes oídos de las gentes
de hoy que no creen en la magía y que no creeran las maravillas que quiero
contar ahora. A quien en nada cree, a quien en nada confía, nada le traigo;
pero para quien tenga hambre de cosas mágicas y de grandes y portentosos hechos
hablará mi voz. Y que el resplandor de la luna ampare a quien atienda a mis
palabras silenciosas y ayude a que sean justas y rectas para que les traigan a
todos memoria y bien.
Yo conozco la gloria que alcanzó
el guerrero más noble de las viejas tribus que formaban esta Treba, que así se
llamaba el viejo reino que había en estas tierras. Conozco su gloria y su
caida. Sucedió en un tiempo remoto, cuando un pueblo de brillantes guerreros
habitaba estos valles y montañas, un pueblo que iba y venía en naves de cuero
por las tierras de los peces, surcando los caminos de los araos y de las
gaviotas.
Esto aconteció antes de que la luna estuviese
cansada de hacer su camino tantas jornadas. En aquel tiempo ya se habían
desvanecido las tienieblas sobre el mundo, ya había aparecido el sol y la luna,
ya había pasado el tiempo de los monstruos, y también se había extinguido ya la
raza de los viejos gigantes. También la raza de sus hermanos, los seres
oscuros, había descendido hacia los subterrráneos del centro de la tierra donde
aún habitan hoy y guardan sus tesoros. Aquel era un tiempo antiguo, muy alejado
de éste, pero ya había gente en el mundo.
¡Oídme, atended a Dos Cuervos!
Que hable alto la vieja memoria que me acompaña, pues vengo de muy atrás. Si
ahora que estoy aquí es para que escuchéis mi voz muda, oíd atentos cómo
apareció en esa orilla próxima el guerrero más brillante. Así fue su aparición
anunciada por profecías y astros. ¿Hay alguien escuchándome o estaré hablando para
el viento?
Es igual, yo contaré mi relato
de cómo llegue a ser hermano de casi un dios que llegó y partió como un astro
brillante y furioso, que incendió nuestros lugares y nuestras vidas. un
guerrero que merece nuestra admiración y toda nuestra compasión, pues su
destino fue tan grande como breve. Ahí va, éste es mi relato.
Suso de Toro, Morgun
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