Siguiendo con nuestras lecturas y relecturas de este verano:
Kim Newman nos plantea una historia si la novela de Stocker hubiese acabado con un final diferente, que Drácula sobreviviese e instaurase una nueva era en la Inglaterra Victoriana.
Con Van Helsing derrotado (y su cabeza expuesta en una pica como
demostración de poder), Drácula se convierte en príncipe consorte de la reina
Victoria y se nombra Lord Protector (título que se da en Inglaterra y otorga el control del estado), instaurando su propia sociedad en la
que los vampiros salen a la luz pública. Lógicamente esto crea una nueva
situación, en la que se empiezan a diferenciar castas vampíricas (diferenciadas
en casi todos los casos por ser ancianos o neonatos) y algún enfrentamiento
entre detractores de los vampiros y los propios descendientes de Drácula.
Varias vampiras prostitutas aparecerán asesinadas en Whitechapel,
por obra de un asesino al que se bautiza como “Cuchillo de plata” que, más
tarde y basándose en hechos reales sobre las notas mandadas a Scotland
Yard, se revelará como Jack el destripador. Esto hace que el Club Diógenes, una
sociedad secreta al servicio de la corona (creada por Arthur Conan Doyle en las
novelas de Sherlock Holmes), mande a investigar a Charles Beauregard, joven
viudo y encargado de misiones sobre el terreno del club. Junto a él, tenemos a
Geneviève Dieudonné, una vampira de más de 400 años con la apariencia de una
joven de dieciséis, que pertenece a un linaje distinto al de Drácula.
Muchos de los personajes que aparecen a lo largo de la novela son
fácilmente reconocibles dentro de la novela de Bram Stoker, como puedan ser
Mina Murray o Jonathan Harker, pero a su vez les sigue un elenco de otros
personajes clásicos de la época victoriana, ya sean reales o ficticios, como
los inspectores Lestrade y Abberline, Mycroft Holmes, cierto famoso asesino
oriental que tenía su residencia en Limehouse, y otros tantos sobre los que
cualquier lector puede tener conocimiento.
Newman a este escenario añade elementos característicos de la era
victoriana, desde la ambientación a la estética, pero además hace que confluyan
otras historias propias de la época, como es la de Jack el Destripador, o la
aparición de personajes relevantes de ese período. El relato de Newman es
crudo, sangriento pero también repelto de pasajes hermosos y oscuros, en suma,
maravillosamente bien escrito. Se va creando así una nueva atmósfera en el
Londres del siglo XIX repleta de intrigas, misterios, romance y sangre donde se
entremezclan los personajes de la novela de Stocker con nuevos y atrayentes
protagonistas.
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