Allí está el puerto; el barco extiende sus velas;
allí llama el amplio y oscuro mar.
Vosotros, mis marineros,
almas que habéis trabajado, sufrido y pensado junto a mí,
y que siempre tuvisteis una alegre bienvenida
tanto para los truenos como para el día despejado,
recibiéndolos con corazones e inteligencias libres,
vosotros y yo hemos envejecido.
La ancianidad tiene todavía su honra y su trabajo.
La muerte lo acaba todo:
pero algo antes del fin,
alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse,
no indigna de quienes compartieron el campo de batalla con los dioses.
Venid, amigos míos.
Nunca es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo.
Zarpemos, y sentados en perfecto orden hiramos
las resonantes olas, pues me propongo
navegar más allá del poniente,
donde se bañan todos los astros del occidente,
hasta que muera.
Es posible que las corrientes nos hundan y destruyan;
es posible que demos con las Islas Venturosas,
y veamos al gran Aquiles, a quien conocimos.
A pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho;
y, a pesar de que no tenemos ahora el vigor
que antaño movía la tierra y los cielos,
lo que somos, somos:
un espíritu ecuánime de corazones heroicos,
debilitados por el tiempo y el destino,
pero con una voluntad decidida
a combatir, buscar, encontrar y no ceder.
Lo vamos a escuchar en la voz de sir John Gielgud
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