lunes, 24 de septiembre de 2018

CRÍTICA LITERARIA



De Clovis Fossey a Juliet
4 de marzo de 1946

Estimada señorita:
Al principio, yo no quería ir a ninguna reunión literaria. Tengo mucho trabajo en la granja, y no quería perder el tiempo leyendo sobre gente que nunca existió, haciendo cosas que nunca hicieron.
Luego, en 1942 empecé a cortejar a la viuda de Hubert. Cuando salíamos a pasear, ella caminaba con paso firme unos palmos por delante de mí y nunca me dejaba que la cogiera del brazo. A Ralph Murchey sí le dejaba cogerla del brazo, por eso supe que algo fallaba en mi manera de declararme.
Ralph fanfarronea mucho cuando bebe. Le dijo a todos los de la taberna: «A las mujeres les gusta la poesía. Una palabra dulce al oído y se derriten». Esa no es manera de hablar de una dama, y entonces supe que él no quería a la viuda de Hubert por ella misma, como hacía yo. Él sólo quería su tierra de pastura para sus vacas. Así que pensé: «Si son poemas lo que quiere la viuda de Hubert, ya le encontraré unos».
Fui a ver al señor Fox a su librería y le pedí poemas de amor. Por esa época no tenía muchos libros (la gente los compraba para quemarlos, y cuando finalmente se dio cuenta, cerró la tienda para siempre), así que me dio algunos de un tal Catulo. Era romano. ¿Usted sabe el tipo de cosas que decía en los versos? Yo no podría decirle aquellas palabras a una buena dama.
Él iba detrás de una mujer, Lesbia, que lo rechazó después de haberse acostado con él. No me sorprende que lo hiciera, a él no le gustaba que ella acariciara el pequeño gorrión aterciopelado que tenía. Estaba celoso de un gorrión de nada. Se fue a casa y se puso a escribir sobre su angustia al verla a ella estrechar al pajarillo contra su pecho. Se lo tomó muy mal, y después de eso nunca más le gustaron las mujeres y se dedicó a escribir poemas mezquinos sobre ellas.
También fue un auténtico sinvergüenza. ¿Quiere ver un poema que escribió cuando una mujer perdida le cobró por sus favores? Pobre chica. Se lo copio para usted.

Ameana, joven bien follada,
me ha pedido diez de los grandes,
esa joven de nariz repulsiva,
la querida del manirroto de Formias.
¡Parientes que estáis a su cuidado,
convocad a médicos y amigos!
La muchacha no está bien de la cabeza
ni pregunta a su espejo qué cara tiene.

¿Eso son muestras de amor? Le dije a mi amigo Eben que nunca había visto algo tan rencoroso. Él me dijo que lo que pasaba era que no había elegido bien los poemas. Me llevó a su casa y me dejó un pequeño libro suyo. Era la poesía de Wilfred Owen. Fue capitán durante la Primera Guerra Mundial, sabía cómo eran las cosas y las llamó por su nombre. Yo también estuve allí, en Paschendale, y conocí lo mismo que él conoció, pero nunca supe ponerlo por escrito.
Bueno, pensé que después de todo debía de haber algo en la poesía. Empecé a ir a las reuniones, y estoy contento de haberlo hecho, si no, ¿cómo habría llegado a leer las obras de William Wordsworth? Habría seguido siendo un desconocido para mí. Me aprendía muchos poemas suyos de memoria.
Al final me gané el corazón de la viuda de Hubert, mi Nancy. Una tarde la llevé a pasear por los acantilados y le dije: «Mira eso, Nancy. La dulzura del cielo está en el mar. ¡Escucha! El ser poderoso está despierto». Me dejó que la besara. Ahora es mi mujer.
Sinceramente,
CLOVIS FOSSEY

P.D. La señora Maugery me dejó un libro la semana pasada. Es una antología de poesía que se titula The Oxford Book of Modern Verse, 1892-1935. Dejaron que un hombre llamado Yeats hiciera la selección. No debieron hacerlo. ¿Quién es, y qué sabe él de poesía?
Busqué por todo el libro algún poema de Wilfred Owen o de Siegfried Sassoon. No encontré ni uno, ni uno. ¿Y sabe por qué? Porque este tal señor Yeats dijo: «Deliberadamente he decidido no incluir ningún poema de la Primera Guerra Mundial. Les tengo aversión. El sufrimiento pasivo no es tema para la poesía».
¿Sufrimiento pasivo? ¡Sufrimiento pasivo! Quise fundirme. ¿Qué es lo que le pasa al hombre? El capitán Owen escribió un verso: «¿Qué fúnebres tañidos se ofrendan para estos que mueren como reses? Sólo la ira monstruosa de los cañones». ¿Qué hay de pasivo en esto?, me gustaría saber. Así es exactamente como murieron. Lo vi con mis propios ojos, y al diablo con el señor Yeats.
Suyo sinceramente,
CLOVIS FOSSEY

Mary Ann Shaffer y Annie Barrows,

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