jueves, 11 de enero de 2018

¿OTRA VEZ LOS MITOS GRIEGOS?


Y otra. Y otra. Siempre los mitos griegos (y romanos, que son más o menos los mismos con otros nombres). Porque son extraños y maravillosos, pero también familiares y cercanos. Porque están vivos. Porque seguimos hablando de ellos, porque los tenemos incorporados al idioma (¿acaso a un hombre forzudo no se lo llama un hércules?, ¿acaso las palabras Eros o Venus no siguen evocando al amor y al deseo?), porque son la fuente de la que seguimos nutriéndonos los escritores, los guionistas de cine, los inventores de historias del mundo entero, y también los pintores, los arquitectos, los músicos. En los dibujos animados, en las películas de aventuras, en las estatuas, en los edificios, los mitos griegos y romanos están presentes y nos saludan (o nos acechan) todos los días.

Cada época ha sentido la necesidad de volver a contar a su manera, de acuerdo con su propia sensibilidad, estas historias en las que parecen concentrarse al mismo tiempo todo el poder de la fantasía y todas las contradicciones de la razón y la sensibilidad humanas. Yo las leí por primera vez en un libro para chicos que estaba muy de moda allá por los años cincuenta del siglo pasado: El Tesoro de la Juventud. Y me enamoré para siempre de los héroes y los dioses, pero también de los monstruos, con sus múltiples cabezas, su aliento de fuego, sus cabellos de serpiente. Por eso sentí una enorme alegría cuando empecé a leer y estudiar los mitos para tratar de escribirlos una vez más a la manera del siglo XXI. Ojalá haya logrado transmitir a mis lectores una pequeña parte del terror, la emoción y la felicidad que me provocan estas historias extraordinarias.

Síganme. Les propongo entrar al más extraño y oscuro de los laberintos: el de la imaginación humana.

Ana María Shua, Dioses y Héroes de la Mitología Griega

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