Enviado por María:
Primavera de 1867.
Primavera de 1867.
Una niebla
amarillenta cubre la ciudad de Londres. En mitad de la noche, una mujer es
apuñalada brutalmente y abandonada en un charco de sangre. Nadie presencia el
terrible asesinato… o al menos eso parece.
Cerca de allí,
un joven brillante e insatisfecho sueña con una vida mejor. Es hijo de un
intelectual judío y una mujer de clase alta, que han caído en la miseria. El
chico se llama Sherlock Holmes.
El
protagonista, que siente la extraña necesidad de visitar el escenario del
crimen, tiene un encuentro con el joven árabe injustamente acusado del
asesinato. Poco a poco, se adentra en el misterio hasta que él mismo acaba
convertido en sospechoso.
Este es el
primer volumen de la serie El Joven Sherlock Holmes, creada por
el canadiense Shane Peacock, que narra las aventuras adolescentes del famoso
detective londinense.
Nos
encontramos con un adolescente de trece años, alto y delgado, de nariz
aguileña, mirada penetrante, retraído, brillante, que vive en el miserable
barrio de Southwark y está resentido por su origen humilde y la falta de
oportunidades que éste le confiere. Junto a él encontraremos a una muchacha de
su misma edad, Irene (no Irene Adler, sino Irene Doyle, hija de Andrew Conan
Doyle), los Irregulares de Trafalgar Square dirigidos por un joven un poco
mayor que nuestro protagonista y muy parecido a él, Malefactor, y un
jovencísimo inspector Lestrade
En El
ojo del cuervo, Sherlock muestra interés por el brutal asesinato de una
joven en el barrio de Whitechapel. Convencido de que el acusado, un muchacho de
origen egipcio, no es culpable del crimen, Holmes empieza a investigar, pero se
implica de tal modo que termina siendo considerado cómplice del asesinato.
Huyendo de la justicia, deberá encontrar al verdadero asesino antes de que
Mohammed sea ejecutado. La resolución del caso será determinante para que
aparezca el Maestro, nuestro detective consultor favorito.
Shane
Peacock nos trae una novela de misterio, que recrea perfectamente el
Londres victoriano en todos sus ambientes, niebla incluida. Aparte de las
evidentes referencias a Conan Doyle, tenemos otras referidas a Dickens
(el filántropo Andrew Conan Doyle, la pandilla de bribones
adolescentes) o a Poe (el sabio mendigo Dupin o los cuervos que guían a Sherlock en su aventura).
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