miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL CID Y SUS COPLAS

        Estaba preparando esta tarde material para los distintos grupos que tengo en clase (literatura medieval, el realismo español...), y como a los de 3º de ESO les prometí llevarles cada semana un texto con el que pudieran reírse un rato, cuando me acordé de cierto librito:


Todos ustedes han estado en la feria de Navalgorrino. Y si no han estado, mejor para ustedes, porque aquello es una porquería y una ordinariez. Gente que va a vender un burro, y cosas así. Pero en esa feria, en algunos mercados, y a veces en el Rastro madrileño, como escapados de épocas pretéritas, se presentan de repente unos individuos, armados con destemplados guitarrones, que salmodian un suceso —casi siempre un crimen— más o menos conocido, según se haya perpetrado en ambiente pueblerino o, por sus características sensacionalistas, a escala nacional.

A esos cantores populares se les tiene, literariamente hablando, en muy poca estima. Personalmente también suelen dar asco, porque practican la curiosa costumbre de lavarse lo menos posible, circunstancia que no se sabe bien si obedece a guarrería o a la más pura catolicidad, expresada en forma de promesa a santa Rita en la cual se abstienen voluntariamente de duchas, abluciones y fregoteos.

El Poema del Cid, antiquísimo, es una muestra del talento histriónico y puerco de estos juglares de feria y mercado.

El Poema del Cid abre nuevos cauces, nuevas corrientes en la vida nacional, pero al mismo tiempo es nocivo y peligroso, pues por su culpa suceden cosas graves en nuestra patria. Helas aquí:

  1. La poca aceptación que ha tenido siempre en España la costumbre de leer. El Poema era recitado en la plaza pública, y la gente, desde entonces, se acostumbró a que le contasen las cosas, en lugar de leerlas en un libro. El Poema es el antecedente directo de los «seriales» radiofónicos.
  2. El gusto del público español por ir al grano, por la acción. La gran retahíla medieval describe con rapidez las hazañas del héroe y pocas veces se entretiene en diálogos. Por eso la gente escucha tan mal en el teatro, porque lo que desea es «que pasen cosas», y en cuanto dos o más personajes se ponen a hablar, el público español se aburre como dromedarios.
  3. El poco respeto que en España se tiene a las autoridades. Como puede apreciarse en el poema, don Rodrigo, el protagonista, se pone enfrente del rey y, cuando encarta, le canta las verdades del barquero. El juglar, comentarista del asunto, se permite a veces intervenciones que maculan la autoridad y el prestigio del soberano de Castilla, como cuando dice que el Cid sería un buen vasallo «se oviesse buen señor». Por eso en todas las épocas, bajo todos los regímenes, los españoles, que llevan dentro un Cid en potencia, se permiten los chistes, historietas, sucedidos y chascarrillos más feroces, irreverentes y desvergonzados sobre los hombres que los gobiernan.
  4. El machismo español. El protagonista, como buen castellano, se permite lanzar las bravatas y chulerías medievales más violentas. Y todo es bueno para conseguir sus fines, desde amenazar al rey hasta engañar a Raquel y Vidas, los pobres judíos que financian las campañas sediciosas del héroe.
El Poema del Cid ha influido poderosamente sobre nuestra literatura y sobre las artes en general: pintura, escultura, etc. Sobre el cine nacional ha influido muy poco, porque los argumentos de las películas españolas suelen ser —con notables excepciones — más antiguos y vetustos que el famoso Poema.

Del autor de las coplas del Cid poco o nada se sabe. Hay un tal Pero Abad que pone su nombre al final del Poema, pero se sospecha con razón que se trata de un posible copista, un adaptador —como se diría hoy— mucho mejor que los que actualmente perpetran para uso de TVE arreglitos de escritores muy afamados que jamás se metieron con nadie y no merecen, por supuesto, el trato que se les da.

Doña Jimena, la esposa del protagonista, es el prototipo de la madre española, que cuando tiene que separarse del marido, desterrado, no se acoge a la seguridad de un castillo o cualquier otro recinto amurallado, sino que se mete con sus hijas en un convento para no perderse la misa.

Los personajes más simpáticos de toda la narración, aparte los inocentes judíos, son los infantes de Carrión, que, hartos de las dos hijas del Cid —que salieron a su padre—, les dan una buena tunda, seguramente merecidísima.

El estilo del Poema es defectuoso, primitivo, con versos a los que les sobran sílabas, y otros cortos. Tiene fuerza descriptiva y, sobre todo, dramática. E incluso rasgos de humor, situaciones francamente divertidas, en las que el autor pone, naturalmente, en ridículo a los enemigos del protagonista, como debe ser.

POEMA DEL SUYO CID

Suyo Cid —y el de ustedes— por Castiella, triunfale,
cabalgando a caballo al su destierro parte.
¡Dios, que era muy bizarro e de muy buen talante!
¡Qué buena barba gasta, el cacho de animale!
Para llegar a Burgos dexó atrás Ciudad Reale
e Toro, Mequinenza, Calatayud e Caspe.
Llegósse con retardo, ca non era puntuale
et fallaba las citas por pitos e por flautes.
A su lado cabalga don Pero Peragález,
el calagurritano de pro, complido e tale,
honrado e muy bienquisto, ca nunca fuera alcalde,
e jamás dedicósse al tongo et al enjuague.
Ya catan a lo lejos de Burgos la cibdade,
e possada requieren del Hotel Condestable,
mas todo era muy lleno de damas e galanes
de essos que nos remiten de París de la France.
El dueño del hotele despidióles afable,
fablando con acento, ca era catalane,
e dicía unas oes que parescían aes,
e comía escudella los viernes e los martes.
Mas suyo Cid marchósse de Burgos la reale,
llorando de los ojos, ca había grand pessare,
camino de Valencia, donde diz el refrane
que del naranjal viene la naranja a los labies.
E passó por Cardeña, do por cassualidade
doña Ximena estaba faciendo cura de aires,
mas non de aguas, ca entonces las gentes principales
non se lavaban nunca, ca es so es liviandade,
e si guarro está el cuerpo, tal debe ser ca el tale
se pasto de gussanos ha de ser, que se aguante.

Jorge LLopis, Las 1000 Peores Poesías de la Lengua Castellana

No hay comentarios:

Publicar un comentario