lunes, 19 de abril de 2021

¡¡¡A LA RICA TORTILLA!!!

 

Los dos estaban muertos de hambre, y Antonia sugirió ir a un restaurante para un almuerzo temprano. Jon dijo que a esas horas dónde se iba a poder comer bien, que esto es Madrid; Antonia, que a ver qué te crees; Jon, que no tienes ni idea de cocinar; Antonia que, aquí se come mejor que en ningún sitio; Jon, que tú qué sabrás si a ti te sabe todo a cartón. Y acabaron en casa de Antonia tras un no hay huevos. Una parada previa en el súper de abajo: Una malla de patatas, una cebolla, una botella de aceite de oliva, media docena de huevos camperos (que no había).

Así que Jon se quita la chaqueta, se arremanga, se lava las manos. Pela las patatas y las corta en láminas muy finitas, chascándolas un poco. Pone el aceite a calentar, mucho, vigilando que no esté demasiado caliente. Echa las patatas, veinte minutos. Mientras, pica la cebolla y la pocha en sartén aparte hasta que está cristalina. Saca las patatas. Las escurre. Las deja reposar hasta que han enfriado un poco. Luego pone el aceite caliente como los pozos del infierno, y echa las patatas. La doble fritura es la clave. A partir de ahí, cuesta abajo. Bate los huevos, homogéneos pero sin pasarse. Saca las patatas, están crujientes y un punto tostadas. Las escurre, las seca un poco con papel de cocina. Las deja atemperar para que no cuajen el huevo al entrar en contacto con él. Las mezcla con el huevo, apretando un poco para que se empapen. Las echa en la sartén. Cuando los bordes están cuajados, le da la vuelta con un plato. Momento crítico. Sale bien. La sirve.

Antonia corta la tortilla, que se derrama un poco, oro líquido. La prueba.

—Me sabe a cartón —dice, con la boca llena.

—Me cago en tu padre, Scott.

Resulta que es la mejor tortilla de patatas que Antonia ha probado en su vida, claro. Aunque ella no lo sabe, por lo de su anosmia. Pero Jon sabe por los dos, por eso se come tres cuartas partes, mojando pan. De pie, en la cocina y pinchando por turnos en el plato, porque no hay otro sitio. Luego un par de cápsulas en la Nespresso.

Acaban sentados en el salón, en el suelo. Por el ventanuco se cuela la primera luz de la tarde. Un millón de motas de polvo bailan en el rayo que ha quedado entre los dos.

Juan Gómez-Jurado, Reina Roja

 

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