jueves, 11 de febrero de 2021

LIGANDO EN LA BIBLIOTECA

La profesora de Literatura nos ha encargado que busquemos un pasaje de una novela del siglo XIX. Así que me he puesto a buscar en el catálogo informatizado de la biblioteca algunas de mis autoras favoritas de esa época: Elizabeth Gaskell, Jane Austen, las hermanas Brontë… He apilado unos cuantos libros y me los he llevado a una de las mesas de estudio, las circulares que hay en el área juvenil, para leerlas tranquilamente.

Me pongo los cascos y voy pasando páginas con tranquilidad, aspiro el olor a vainilla que tienen los libros antiguos, pues la edición de Cumbres borrascosas tiene muchos años.

Por lo visto, los compuestos químicos presentes en libro, en la tinta, el pegamento y el papel se van degradando con el paso del tiempo y dan lugar a ese olor tan característico que me hace sentir como en casa… de hecho, mucho mejor que en casa. De todos los libros que he cogido, solo uno parece nuevo. Es una nueva edición de Orgullo y prejuicio y, según reza en el registro de la última hoja, este libro nunca se ha sacado de la biblioteca; supongo que es una tontería, pero ser la primera en coger un libro es una alegría inesperada, un pequeño regalo del azar. Si hay algo que me gusta más que el aroma de los libros antiguos es el de los libros nuevos, así que lo abro por el medio y meto la nariz para inspirar profundamente.

Al parecer, mi ritual ha atraído la atención de un chico que hay frente a mí. Al principio, me ha mirado de reojo, fingiendo estar muy concentrado en su lectura pero después, cuando he metido toda la cara en la historia de amor de Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy, ha sonreído abiertamente. Entonces  me he         dado cuenta de la pinta de loca que debo de  tener y, cómo no, me he puesto más roja que un tomate, que es uno de mis peores hábitos.

Antes de que ambos apartásemos la mirada (yo por razones evidentes, él supongo que por vergüenza ajena) le he mirado un instante, pero él ha bajado la vista inmediatamente y ha seguido leyendo  Música para camaleones, de Truman Capote, que precisamente resulta que es uno de mis volúmenes de cuentos favoritos. Yo también he vuelto la vista al libro, pero no del todo, porque en la breve fracción en la que nuestros ojos se han encontrado he sentido lo que solo podría describir como un ataque de pánico pero al revés. El mismo corazón desbocado, la misma sensación de irrealidad, el mismo sentido elástico del tiempo y la misma excitación… solo que al servicio de una incontrolable sensación de euforia que no puedo entender.

Ángela Armero, Anochece en losParques

PREMIO JAEN DE NARRATIVA JUVENIL 2016

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