viernes, 5 de octubre de 2018

EL VIAJE DE LOS CUERPOS CELESTES



                Esta novela de Javier González se basa en hechos reales y poco conocidos, contando una aventura extraordinaria, llena de peligros, rica en situaciones y personajes inolvidables.

Monasterio de Leyre, verano de 1619. El anciano monje Gayarre, presintiendo su cercana muerte, comienza a dictar a su pupilo la crónica de su azarosa vida. Le había hecho una promesa a aquella mujer. «No dejéis que la memoria de nuestro viaje se pierda» le había pedido ella. Y él le había jurado por su honor que escribiría, «o haría escribir», una crónica de todo cuanto había acontecido en aquel viaje lleno de prodigios.

Una aventura que, en realidad, comenzó el 31 de mayo de 1578, cuando el suelo de un viñedo junto a la Via Salaria se hundió bajo el peso de un carro lleno de sarmientos secos. Se acaban de redescubrir las catacumbas de Roma, perdidas durante más de mil años. En la gigantesca necrópolis subterránea se encontraron los restos olvidados de cientos de los primeros cristianos. El papa Gregorio XIII quiso ver en aquel insospechado suceso una señal celestial y decidió convertir, de acuerdo con Felipe II de España, aquellos restos anónimos en «auténticas» reliquias de mártires, con el fin de repartirlos por catedrales y monasterios de Europa Central a fin de impulsar la «verdadera fe» y frenar así el avance de la Reforma protestante.

                Al frente de la mayor y más alucinante campaña de propaganda de la historia de la Iglesia católica, encontramos a la madre superiora Wenke, una monja que cuenta con el favor del Papa, fielmente secundada por la hermana Gesine, una joven que con su ingenio intentará  lograr el mayor atractivo de los dieciocho esqueletos y el espectáculo teatral que les acompañará en su entrega, junto con el doctor Boldetti, el custodio de las catacumbas. Al mando de la escolta militar que les acompaña se encuentran el capitán Moncada, perteneciente al Tercio Viejo de Sicilia, con dos de sus hombres, Hernán y Gayarre, todos ellos pertenecientes a la Mesa de Guerra, el servido de espionaje español de la época.

                La novela presenta dos hilos temporales que vamos encontrando en todos los capitulos: por una parte, la expedición de los Cuerpos Celestes, que va desde 1578 hasta 1580; por otra, el monje Gayarre le va contando la historia al novicio Nosabesnada, para que la ponga por escrito, mientras le enseña el oficio de cocinero.

                Nos encontramos ante una perfecta novela de aventuras, con todos sus elementos en sus dosis justas: peligros, traiciones, combates… y cierta dosis de picaresca en el personaje del anciano monje. Todo ello muy bien narrado y con unos personajes geniales. La figura de Gayarre es la primera que atrae nuestra atención, el monje, que es toda una institución y ha corrido toda clase de aventuras, es rebelde, malhablado y un genial cocinero, con una adoración increíble por su capitán Moncada. La madre Wenke, que los tiene tan bien puestos que nadie le osa rechistar. La hermana Gesine, que con su juventud, belleza e ingenio causa estragos… Y aunque la trama es previsible (no nos importa nada), el autor nos depara un par de sorpresas al final, aunque una de ellas, si sabemos leer, nos la desvela antes.

                Gayarre es quien nos va a contar la historia, mejor dicho, historias, pues a lo largo de su confesión nos deja entrever parte de las correrías que ha llevado a cabo (ha estado en la mítica ciudad de El Dorado; estuvo en la Armada Invencible y salvó la vida a Lope de Vega, del que se confiesa devoto, pero esto es otra historia…), lo que apunta a posibles continuaciones, a pesar de la muerte del narrador.

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