El mes pasado vi el siguiente artículo en el periódico El Mundo; es bastante curioso, y aporta una perspectiva (analizar los errores) que pocas veces empleamos tanto como padres como profesores. A algunos os puede parecer que es incidir en la herida, sobre todo por las fechas, pero más vale tarde que nunca.
¿Por qué a
veces es bueno suspender?
La vida está llena de aciertos y de errores, quizá más de los
segundos que de los primeros, pero pocas veces nos enseñan a gestionarlos de la
forma adecuada o a sacarles el mayor provecho. "Me gustan mis
errores", decía Charles Chaplin, "no quiero renunciar a la libertad
deliciosa de equivocarme".
Es hora punta de cierre de evaluaciones, obtención de
calificaciones y notas de corte para poder acceder a distintas formaciones y
las palabras de aprobado o suspenso cobran en estos días un especial
protagonismo. La meta está en sacar más de un cinco, pero a veces el
aprendizaje no radica en ese corte. Así, lo explican varios expertos en
educación.
"Si algo te sale mal, evalúas la situación y analizas lo que
pudo salir mal. En cambio, cuando apruebas, no te paras a pensar en por qué
salió bien. El error siempre se analiza, el acierto no", afirma José
Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos
y Psicopedagogos de Galicia (APEGA). El error te permite elaborar un respuesta
y por tanto un proceso de aprendizaje que puedes aplicar después a otros casos.
En el mundo académico, "suspender no es más que una
circunstancia de la vida que puede servir de aliciente, haciendo evidente que
algo no ha ido como debería. Permite mejorar la manera de trabajar", añade
por su parte María Bustamante, psicóloga infantil del Instituto Centta de
Madrid.
Para poder sacar el lado positivo a los suspensos, opina Jesús
Zapatero Herranz, orientador educativo y miembro de la junta directiva de la
Asociación Aragonesa de Psicopedagogía (AAPS), "hay que analizarlos bien y
hacer un plan de mejora que por desgracia muy pocas veces se hace".
Según van pasando las etapas educativas, las dificultades se
complican, no sólo en las materias sino también en las exigencias de cada
profesor y el niño puede que biológicamente aún no esté preparado para ellos.
El aprendizaje que se enseña a los alumnos de sus aciertos o
errores no siempre es el adecuado. "El fracaso escolar es una entelequia,
todo se reduce a aprobar o suspender y en el aprendizaje influyen muchos más
factores", afirma Suárez. Por ejemplo, sería muy necesario que desde la
escuela se impartiesen clases de técnicas de estudio "Al alumnado se les
dice qué estudiar pero no cómo hacerlo", lamenta. De modo que al ir
suspendiendo, los alumnos se van frustrando: les 'aprietan' en casa, les
castigan y pueden incluso cambiar de compañeros o amigos al repetir cursos
-aunque a veces esta opción es la mejor socialmente-.
"Algo tenemos que cambiar", apunta Suárez, "la
escuela es una entidad clasificadora y no todo el mundo tiene por qué saber de
todo. De ahí que cada vez se esté prestando más atención a la teoría de las
Inteligencias Múltiples de Gadner. Uno, por ejemplo, puede ser muy bueno en
matemáticas pero muy malo en filosofía. Cada uno tiene una capacidad
específica, no tiene por qué tener todas". Y eso es precisamente lo que
defendió el psicólogo Howard Gardner cuando habló por primera vez en el año
1983 de esta teoría: "No tenemos una única inteligencia, sino una
colección de potencialidades que se completan".
Otra de las cuestiones importantes al analizar los motivos del
suspenso es el proceso de decidir qué estudiar y qué no. La experiencia profesional
de Zapatero Herranz señala que un número importante de alumnos que cursan
Bachillerato no sabe por qué, ni para qué lo están estudiando. "No lo
tienen muy claro ni tampoco conocen bien otras alternativas, como los ciclos de
grado medio de Formación Profesional", afirma. La metodología que se
emplea en el Bachillerato está muy basada en el estudio y la memorización, ya
que se enfoca sobre todo a la preparación de la Selectividad. Y, por otro lado,
siguen existiendo materias generales y comunes -aunque existan diferentes
modalidades y asignaturas optativas que elige el alumno según sus intereses-.
"El proceso para decidir si hacer Bachillerato o no es muy
importante", expone este especialista. Pero para esto, existen algunos
problemas. Uno de ellos es la falta de información y prejuicios: muchos alumnos
no saben lo que es la Formación Profesional. "Parece que es algo de
segunda categoría y muchos padres ni se lo plantean", dice. Y, sin
embargo, puede ser una de las mejores opciones: "Hay bastantes casos de
alumnos que después de hacer primero de bachillerato y tener muy malos
resultados han obtenido otros muy buenos cursando un grado medio, e incluso
muchos continúan luego sus estudios en ciclos de grado superior y en grados
universitarios", informa. Otro de los problemas es sin duda, los escasos
recursos que se dedican a la orientación del alumnado.
La frustración tiene dos salidas: una que sirve como aliciente
('yo puedo con esto, nadie me va a parar') y otra como obstáculo ('no soy
capaz, yo no puedo con esto'). Por ello, es fundamental educar en el error y
prepararles para los fracasos. "Si a un niño no se les enseña que el error
forma parte de la vida, le estaremos enseñando a ser un niño dependiente.
Cuando lo que hay que enseñar es todo lo contrario: a ser una persona
resiliente y fuerte para la vida", asegura Suárez. Lo mismo sucede con
alumnos acostumbrados a aprobar siempre que, de repente, sacan un cuatro y no
saben cómo afrontarlo: "Educar en el error es fundamental para valorar lo
que cuesta el esfuerzo", insiste.
Un suspenso hay que canalizarlo como "una nueva oportunidad
de demostrar que puede ser superado, o también como un aviso de que tenemos que
mejorar", aconseja María Bustamante. La clave principal es, sobre todo, la
tranquilidad, el análisis realista y la firmeza en la aplicación de soluciones.
Algo fundamental para ello es la actitud de los padres y la enseñanza que les
dan a sus hijos. Desde la escuela y desde casa hay que educar para la
frustración: el error forma parte de la vida, hace que valoremos más el
esfuerzo y que no nos acomodemos en el éxito. De ahí la popular frase de 'lo
importante no es llegar sino mantenerse'.
Es muy importante, insiste Bustamante, que los padres no tomen los
suspensos como un índice de valor personal de sus hijos, sino como un reflejo
de unas circunstancias que pueden ser resueltas. Deben mantener una actitud
adecuada, positiva y firme, que se atienda a lo que puede estar afectando a su
hijo, ya que puede interferir en su desarrollo integral. "Nunca deben
tampoco medirse a sí mismos como padres por el éxito de sus hijos en los
estudios", concluye.
Beatriz G.
Portalatín, El Mundo 13/06/2015
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