jueves, 17 de junio de 2021

UNA NOCHE DE FIN DE CURSO

 

Ya son casi las doce y, como todas las malditas noches de junio en los últimos años, estoy encerrada en casa, intentando memorizar cientos de datos estúpidos para un examen, hasta que las sirenas y el ruido de la calle me interrumpen.

Abandono los apuntes, resignada a que jamás conseguiré hacerme con ellos, y me asomo a la ventana para averiguar qué sucede. Abajo, en mi portal, comienzan a reunirse algunos vecinos con esa misma intención. Desde aquí no puedo oírlos bien, así que recurro al móvil para informarme.

El InstaStories de la gente de mi clase está lleno de imágenes del incendio que, según parece, acaba de producirse en nuestro instituto. Alguien ha empezado a postear fotos con #ArdeElValdés, y el resto lo ha seguido inmediatamente, así que a lo mejor acabamos convirtiendo en trending topic este triste punto y final para uno de los peores cursos que recuerdo. Despedir junio con un fuego que, según veo en los vídeos, ha devorado el módulo donde se encuentra el gimnasio, es una forma tan pésima como coherente de acabar este curso.

Pienso si debo o no bajar yo también, si quiero acercarme hasta el edificio para enterarme algo mejor de lo que ha sucedido e incluso si tengo que seguir estudiando para un examen que, después de esto, quizá se suspenda. Imagino que la policía y los bomberos habrán acordonado la zona y dudo que nos dejen pasar. Además, tampoco sé si quiero ver a quienes andarán por allí ahora mismo.

Entre los tuits y los pies de foto del Insta, #ArdeElValdés se hace cada vez más popular, incluso entre gente que no estudia con nosotros, pero que sí se imaginan lo que pasaría si su instituto se incendiara en plena semana de exámenes.

«Qué suerte, ¿no? Me pido uno igual en el mío. #ArdeElValdés».

«Siempre dije que este insti era un infierno #ArdeElValdés».

«¿Y ahora qué hacemos con el baile de graduación? #ArdeElValdés».

Confieso que, en medio de las bromas macarras y de algún que otro selfie que, la verdad, no entiendo, yo también lo he pensado. Qué hacemos con el baile de la semana que viene… Pero no con interrogaciones, sino con alivio. Que no se celebre esa americanada que se les había ocurrido hacer este año es una gran noticia. Al menos para mí. Con que nos graduemos, nos den el diploma o lo que nos tengan que dar y nos dejen salir de una vez, ya me conformo. Solo tengo ganas de dejar esto atrás, de salir de este lugar donde todo se me hace pequeño, minúsculo, donde siento que en vez de diecisiete sigo teniendo nueve, diez, once años, porque todo sigue bajo el mismo control, bajo esa continua vigilancia que te impide tomar tus decisiones. No necesito que nadie organice un baile ni una fiesta ridícula, lo único que quiero es que me digan que ya se ha terminado, que no voy a tener que convivir más entre estas cuatro paredes con gente con la que, al menos este curso, he sentido que no tenía absolutamente nada que ver.

Nando López, En las redes del miedo

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