miércoles, 2 de junio de 2021

EL PLACER DE LA LECTURA

 


Nada es más fácil que poner de manifiesto las ventajas de la lectura sobre la ausencia de lectura, la benéfica influencia que tiene sobre todos nosotros, y sobre todo, el placer que nos proporciona. Otra cosa es que mi discurso sea convincente, otra que los padres y los maestros convenzan a sus hijos y alumnos, y otra más difícil aún pretender con mis palabras cambiar los hábitos del que no tiene, porque nunca la tuvo, la costumbre de leer, o del que, por causas varias, difíciles a veces de determinar, la perdió.

Leer es ante todo un ejercicio de la mente que la mueve, la revoluciona y la desarrolla, siempre produciéndole esa inquietud que asoma cuando conocemos otros ámbitos y otras opiniones, en una palabra, cuando accedemos a otros mundos distintos del que nos envuelve y nos protege. Leer acelera el ritmo de nuestra inteligencia, la fortalece y la enriquece, del mismo modo que caminar fortalece los músculos de las piernas y nos hace más ágiles. Pero además, esa misma inteligencia va adquiriendo con la lectura tal confianza en sí misma que, al poner a debatir su propio parecer con los pareceres múltiples que le ofrece la lectura, adquiere su propio criterio frente a todos los acontecimientos que la vida nos ofrece. Es en buena parte gracias a la lectura que la inteligencia deja de ser susceptible de ser manipulada, al menos en parte, y comienza y afianza su propio camino hacia la libertad.

Además, la lectura nos convierte en creadores. El texto que leemos pasa inevitablemente por nuestra experiencia, nuestra imaginación y nuestra fantasía, gracias a las cuales somos capaces de interpretarlo y de hacerlo nuestro, de tal modo que el resultado de la novela, del relato o incluso del ensayo que hemos recibido lo recreamos en función de nuestra propia interpretación. Es ahí donde reside la grandeza de la creación: todo el que bebe de ella no sólo participa de la creación del autor sino que a partir de ella crea su propia historia.

Pero sobre todo sumergirse en la lectura, sea de ficción o de opinión o de investigación, proporciona uno de los grandes placeres para los que, todo parece indicar, que hemos venido al mundo, ya que para ello disponemos de las herramientas necesarias. Cierto es que esas herramientas hay que utilizarlas, (le otro modo ni hay lectura ni hay placer. De ahí que la Iectura siendo un placer, sea uno de los placeres activos que exigen nuestra colaboración, en contraposición con los placeres pasivos que nos ofrecen tantos ocios conocidos hoy, en los que, por decirlo así, casi no participan las facultades del alma y no tienen más exigencia que, es un decir, ese leve movimiento de la mano para ir cambiando de canal.

Leer es viajar, es conocer otros mundos que viven como nosotros en el planeta, pero también es conocer otros ámbitos de pensamiento tan válidos como los nuestros. Leer es sumergirse en la vida de otros personajes, es detestar y amar y comparar, es sentir complicidad con el pensamiento de un ser que tal vez nunca conoceremos o disentir de otro entendiendo los elementos que nos separan de él. Leer es vivir muchas vidas, es abrirnos mil posibilidades, es tener la opción de conocer y de reconocer el pasado y el presente, y -¿para qué negarlo?- es un camino que nos conduce inevitablemente al centro mismo de nuestro propio yo: Conocerse al fin, saberse, aceptarse y por lo mismo aceptar a los demás.

Estoy convencida de que leer es un antídoto contra cualquier concepción del mundo excluyente y fundamentalista, y un revulsivo contra la violencia, la personal y la de las ciegas violencias que en nombre de dios o de la patria, quienquiera que sean, tiñen hoy de oprobio y vergüenza buena parte del planeta y de sus habitantes.

Rosa Regás

 

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