jueves, 3 de enero de 2019

DEL DIARIO SECRETO DE GALENO


Mi nombre es Elio Galeno, educado en Pérgamo y Alejandría. He sido el médico de la familia imperial de Roma durante años y he asistido como testigo a numerosos acontecimientos notables en mi larga vida. Así, a modo de ejemplo, puedo mencionar que he presenciado la caída de una estirpe de emperadores y el ascenso de otra. También he acompañado a las legiones de Roma a varias campañas contra los bárbaros, ya fuera en el norte, más allá del Rin o el Danubio, o en las remotas tierras de Oriente. He visto dos cruentas guerras civiles, mucha sangre derramada en combates en los anfiteatros de medio mundo y en infinidad de campos de batalla. Por fin, seguramente la más terrible de mis experiencias, he asistido a los devastadores efectos de la peste. Muchos son, pues, los sucesos de renombre que he presenciado en mi existencia. Entiendo que los historiadores oficiales del Imperio y otros que se ocupan del recuerdo de lo que acontece en la existencia de los hombres tomarán debida cuenta de cada uno de estos eventos, quedando, de ese modo, todos ellos convenientemente reflejados por escrito para la posteridad. Pero siempre me asalta una duda: ¿y Julia? ¿Se acordará alguien de su historia? En solo diez años pasó de ser una desconocida adolescente de la ciudad de Emesa2 en su Siria natal a la augusta emperatriz de Roma en lo que supone un deslumbrante cursus honorum sin parangón.

En mi caso, por gratitud y por justicia, me he asignado un cometido inaudito en mi persona: he decidido contar su historia desde el principio, al menos, desde el momento en el que Julia Domna llegó a Roma. Pero en mí no habita ni el sentimiento ni la pericia de las palabras de un poeta ni de un autor de teatro popular y, aunque he escrito mucho, siempre han sido tratados de medicina, de plantas y pócimas, de anatomía, de enfermedades y tratamientos. Huelga decir que esta circunstancia me situaba ante un problema nunca antes considerado por mi intelecto: ¿cómo se cuenta la historia de una persona? ¿En qué orden? ¿En una sucesión cronológica de acontecimientos u organizando estos según temáticas afines?

Esto es algo nuevo para mí y confieso que me he sentido perdido durante meses en este punto.

Es complejo decidir cómo se va a contar una historia. Esto es, si se quiere hacer bien, tal y como se deben acometer todos los empeños en los que uno se embarca. Lo que implica, en el caso que nos ocupa, evitar ser uno de esos que se aventuran al relato sin antes considerar bien cómo organizar las ideas. Si uno va a ser proclive a semejante desatino entonces es mejor que ni tan siquiera empiece la empresa. Por eso he dedicado tiempo, esfuerzo e ingenio a pensar sobre esta cuestión: ¿cómo contar la historia de Julia Domna, la emperatriz más poderosa de Roma?

Estuve ponderando acerca de qué elementos o rasgos definen a una persona: unos dicen que su carácter, que tan relacionado está con los humores y su salud, pero estas características técnicas son las que nos interesan a los médicos. Yo no escribo ahora esta historia para otros cirujanos. A ellos les dejo mis manuales y tratados del arte de Asclepio, detallados y extensos. Limitados también. Solo yo sé cuánto me duele eso, mas empiezo a dispersarme. Luego volveré sobre este punto, sobre las fronteras impuestas a mi medicina, sobre la ceguera de conocimiento en la que me han obligado a trabajar.

Pero volvamos a Julia.

¿Qué define a una persona además de su carácter y sus humores? Sus amigos, aquellos a quienes uno considera merecedores de ser depositarios de su confianza. A la luz de las amistades de las que alguien se rodea a lo largo de su vida se puede entrever con claridad qué tipo de persona es la que está en el centro de ese núcleo. Aristóteles ya hablaba de esto, pero también advertía de que las amistades que surgen del interés no son realmente tales, pues en esas circunstancias lo que promueve nuestro acercamiento a la otra persona es conseguir algo, por lo general un beneficio. De esta forma, en el caso de una emperatriz tan poderosa como la augusta Julia, si bien podemos encontrar alrededor de ella un círculo cercano de amistades, en el que yo mismo me incluyo, cabe también preguntarse: ¿quién de nosotros se ha acercado a la emperatriz solo por auténtica amistad sin perseguir un privilegio, un regalo, una ayuda? Hasta yo mismo me aproximé a ella en un inicio para obtener cosas que anhelaba. Luego aprendí a respetarla e incluso a sentir admiración, pero ¿es esa una relación de amistad?

Emperatriz y poder. Eso me dio finalmente la clave para poner en marcha mi narración y articular mi discurso de forma coherente: es muy complejo discernir los amigos auténticos de alguien poderoso, pero es mucho más sencillo, y me atrevo a decir que hasta más objetivo, determinar quiénes fueron sus enemigos. Resulta, por cierto, indiscutible que la emperatriz Julia Domna tuvo enemigos formidables, oponentes mortíferos, y comprender quiénes fueron puede hacernos entender con precisión quién, en verdad, fue la persona a la que tanto mal intentaron hacer estos. En consecuencia, ante la incapacidad de definir bien a los amigos reales de la emperatriz, he decidido narrar su historia organizándola en cinco secciones, en cinco libros de acuerdo con los cinco grandes enemigos a los que se ha enfrentado la augusta Julia hasta ahora: nada más y nada menos que cinco emperadores de Roma. Es un listado imponente que creo que puede trasladar al lector de este relato la dimensión de la personalidad de Julia. La augusta nunca se arredró ante nadie.

Eso siempre me admiró de ella.

Pero vayamos al principio

Santiago Posteguillo, Yo, Julia
PREMIO PLANETA 2018               

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