lunes, 28 de agosto de 2017

EL RELOJ ASTRONÓMICO DE PRAGA


Prácticamente a la carrera regreso por donde he venido y no paro ni para consultar el mapa, esta vez debo de estar siguiendo la ruta adecuada. A lo lejos, oigo las campanadas del reloj: ya son las doce en punto. Imagino a Alexei, bajo la esfera del Reloj Astronómico, mientras suenan las campanadas, confirmando, un día  más, mi ausencia.

Cuando por fin entro en la plaza de la Ciudad Vieja a las doce y cuarto, lo que más me sorprende es la marea de gente y el bullicio; no sé dónde está el reloj, a simple vista solo veo una plaza colorida, llena de palacios preciosos, cada uno de un color; varias terrazas desplegadas entre monumentos; una imponente iglesia con dos torres, que reconozco de la guía, Nuestra Señora de Tyn; igual que la escultura de color bronce que representa a Jan Hus (...)


Ya es casi la una. Pago y me acerco al Reloj Astronómico para tener un buen lugar desde el que ver «El paseo de los apóstoles» que tiene lugar a las horas en punto.

De repente, me veo rodeada de turistas y me sorprende oírles hablar a todos en español.

Entonces me doy cuenta de que siguen a un chico rubio vestido de negro que  lleva  un paraguas morado en alto y que en ese momento les da la bienvenida al Free Tour. Se presenta como Juan, nuestro guía turístico, y dice que la ruta será de tres horas y que, al final, si nos ha resultado satisfactoria, le paguemos lo que nos apetezca.


Sin perder tiempo, empieza a hablar del Reloj Astronómico, ofreciendo su historia y detalles; cuenta que las figuras que flanquean  la esfera son la  Vanidad, la Avaricia, la Muerte y la Invasión Pagana, representada por un turco; y que las figuras que veremos desfilar por encima del reloj son los doce apóstoles. Pero yo no puedo prestar atención.

Solo puedo contemplarle, asombrada, como si fuera un milagro.

Al terminar su explicación, Alexei calla y la figura más sombría toma su relevo. La Muerte toca una campana e invierte su reloj de arena. Todo el mundo mira hacia arriba, hacia el desfile de los apóstoles, pero yo le miro a él, mientras se oyen los timbres, mezclados con los clics de los obturadores de las cámaras. Él, habituado a contemplar el espectáculo, lo ve con indiferencia, hasta que baja su mirada y por fin sus ojos se encuentran con los míos. Me mira asombrado; yo también a él. Los dos sonreímos como dos tontos. Un gallo canta en el reloj y se oye la campanada que da la hora; nosotros, mientras, nos besamos apasionadamente. Algunos turistas aplauden el espectáculo de las marionetas; otros nos aplauden a nosotros.

Ángela Armero, Anochece en los Parques

PREMIO JAEN DE NARRATIVA JUVENIL 2016

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