jueves, 28 de enero de 2021

¿SOLEDAD?

 


Volví a quedarme sola, oyendo la voz de mi madre en mi cabeza: me recriminaba que así me quedaría sola para siempre, que terminaría enferma de soledad y melancolía.

En realidad, no estaba sola. Para nada. Ella me obligaba a pasar horas interminables y aburridas en celebraciones y bailes en los que solo mantenía conversaciones monótonas. La mayoría con personas que se consideraban cultas porque un día vieron un libro por fuera y que no hacían más que burlarse de las desgracias ajenas. Y pensar que podría estar en casa, en mi vieja butaca, leyendo los pensamientos de las mentes más brillantes. Los hombres de mi vida ya estaban conmigo y yo disfrutaba de ellos en cada momento. A su lado resolvía crímenes con ayuda de la técnica para comparar huellas, que eran tan únicas en cada persona como los copos de nieve. Conquistaba ciudades ante las que construía un caballo de madera donde me escondía. Seguía discursos literarios, narraciones históricas, estudiaba a los seres humanos, su espíritu y el alma. Daba la vuelta al mundo en ochenta días, aprendía a construir aviones, inventaba una melodía, tramaba una guerra.

A mi madre le parecían tonterías. Bordar, esa sí era una actividad recomendable para una chica de mi posición.

Suspiré para mis adentros.

¿Quién había decidido que eso tenía que ser así?

Lin Rina, La biblioteca de los sueños imposibles

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